Estoy convencido que una de las palabras que más repito cuando hago alguna charla formativa con compañeros y compañeras es la de "reflexión". Esto viene dado porque creo que es una de las acciones que tendríamos que tener más interiorizadas en nuestra profesión. Una reflexión profunda sobre nuestra línea de escuela, sobre nuestras materias, enfoques, metodologías, materiales, objetivos, actividades, sesiones y evaluaciones. Reflexión sobre cómo conocer nuestro impacto en el aula, cómo dirigirlo o redirigirlo, basándonos en nuestra experiencia, contexto y evidencias científicas que, ahora sí, empiezan a llegar, lenta pero inexorablemente, a algunos discursos antes exentos de ellas. Y esto último es posible porque empezamos a tener (los teníamos ya, pero no se les daba foco) a verdaderos expertos y expertas en el arte de reflexionar sobre educación basada en evidencias. Hoy os traigo un libro de una de mis favoritas, profesional y humanamente hablando: Fátima García Doval. Porque Fátima ha escrito un libro. Y de nuevo, nos mueve a la reflexión. Una que también es altamente positiva hacernos: de dónde venimos.
Por decirlo rotunda y claramente: este libro es un acto de amor de alguien que ama esta profesión profundamente y nos zambulle en un apasionante viaje por la historia de la educación, con guiños a la actualidad que deberían llevar(nos) a reflexionar a más de uno y matizar o afinar discursos, sean ingenuamente bienintencionados o inexorablemente apocalípticos.
"La educación es otra historia" es el cuarto libro de la colección "Educación basada en evidencias" que actualmente edita la editorial Graó en colaboración con la International Science Teaching Foundation, después de tres títulos (imprescindibles también, si me preguntan) como el "¿Cómo aprendemos?" de Héctor Ruiz Martín, "Aplicando la ciencia del aprendizaje" de Richard E. Mayer y el no menos mítico "¿Por qué a los estudiantes no les gusta la escuela?" de Daniel T. Willingham. El libro de Fátima supone un nuevo enfoque que no queda ensombrecido en modo alguno a pesar del enorme peso de sus antecesores, sino que engrandece más la colección y le da un nuevo aire y brío, básicamente para recordarnos que la Historia también merece una mirada científica que aporte datos reales y que, en caso de presentar hipótesis no confirmadas, no se expliquen como hechos consumados. De todo esto (y pasión, mucha pasión) hay en el libro.
En una primera parte, el viaje propuesto por Fátima nos lleva en un principio hasta la prehistoria para hablar de la impronta cultural que suponen los enterramientos de hace 60.000 años o la importancia de la industria de la piedra en la época Neandertal o incluso la capacidad para hacer intervenciones de cirugía solo al alcance técnico y de conocimiento de alguien muy especializado en la tribu.
El salto de este periodo prehistórico al histórico nos sirve para constatar el más grande avance tecnológico de la humanidad para acceder a la información de forma rápida, extensa y fácil: la escritura. Y también es gracias a ella que podemos hablar de restos de tablillas para la práctica escolar en Egipto o Mesopotamia, o antiguas paredes de escayola para uso de pizarra; eso sí, olvídense de pupitres y sillas, ya que eso no pertenece a esa época tan antigua.
Fascinante, ¿verdad?
Pues de todo esto y más hay en un libro repleto de anécdotas y pequeñas grandes historias que lo hacen tan especial. Mención obligada el apartado dedicado a los macacos de Koshima, tema que está presente en uno de los textos del proyecto Hipatia que tenemos montado en Ciclo superior de mi centro (ya os hablaré otro día de él) y que fascinó tanto a mis chicos/as el día que lo tratamos; un ejemplo de aprendizaje cultural entre primates diferentes a nosotros...¡que hallamos también en especies de pájaros!
Por tener, aquellas civilaziones antiguas tenían hasta rudimentarias calculadoras para el conteo, con base numérica sexagesimal, o ingeniosos artefactos para medir el paso del tiempo o las distancias, hasta llegar a la invención del alfabeto y la aparición de las primeras bibliotecas.
Una segunda parte del libro nos lleva a un pasado más reciente del que se deriva un espectacular capítulo sobre la creación de uno de los hitos que más marcaron nuestra infancia, y además lo hicieron a través de uno de los medios más vilipendiados por su mala fama, extendida en todo el mundo: la televisión. Estamos hablando de "Barrio Sésamo", claro está y, a pesar de la aparente sencillez escondida detrás del programa, Fátima nos desvela el ingente y concienzudo trabajo que había detrás, consiguiendo aunar la divulgación científica con nuestra memoria sentimental. (Si eso es lo que buscabas, Fátima, lo conseguiste).
Por supuesto, hay más información en esta obra hasta llegar a España, haciendo un repaso a diferentes leyes y curiosidades de nuestra historia particular educativa como país y que esconden algunas sorpresas que no destriparemos, por dejar algo de hueco al futuro lector que esté dispuesto a hacer ese recorrido, del que ya no va a volver igual que como entró. Pero si algo no rehúye la autora a la hora de unir pasado y presente, es dando protagonismo a las voces silenciadas detrás de siglos de historia de la educación: la de las mujeres que la hicieron crecer, la de las personas que por razones ideológicas o de raza fueron apartadas y segregadas de una escolarización integradora y de calidad... y todavía tiene tiempo para jugar con nosotros para que reflexionemos mejor, maticemos y debatamos con datos y menos sesgos, cuetiones tan polémicas como la de si los niños de hoy están mucho peor preparados que los de hace décadas, el papel de la tecnología en la escuela actual (un papel que otras tecnologías pasadas también tuvieron que ganarse) o la proliferación de mitos históricos acerca de la historia educativa, ya sea del país como mundial.
Fátima García Doval, en definitiva, era ya un referente para quien esto escribe (y nunca me canso de decirlo), pero este libro también pasa a engrosar la lista de imprescindibles respecto a la educación basada en evidencias, esta vez históricas.
No se lo pierdan: van a ver que, efectivamente, esto es otra historia... ¡y qué historia!
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